Sobre el tablero roto de Sevilla la güija del deseo abrió su mano. Encéfalo al sol, planetas en la orilla, tú y yo un karst fluido del verano. Tan frágil como yo, rueda sencilla, te diste al lento cielo azul cercano. Se rompió el hilo en que la sangre brilla, regalaste tu piel al Altozano.
Exprímeme, amor, plomo travieso. Bébete en mí el pozo, el extravío. Dame el frío cuchillo del exceso. Méteme en las venas un gentío. Follémonos el miedo más espeso. Lancémonos los dos hacia el vacío.